EL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU ENTRÓ EN CRISIS TERMINAL

EL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU ENTRÓ EN CRISIS TERMINAL

La Carta de las Naciones Unidas le confiere la facultad “principal” de mantener la paz pero el Consejo de Seguridad está muy lejos de cumplir con esa misión.

El Siglo XXI habrá sido la sepultura espectacular del anhelo que consistió en crear, a finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un sistema multilateral de seguridad basado en el derecho y con la máxima ambición de mantener la paz y la seguridad internacional. Con la crueldad de la condición humana de por medio esa ambición era por demás idealista, pero, el menos, a lo largo de los años y en muchísimos casos salvó decenas de miles de vidas humanas y evitó la propagación de conflictos más devastadores. Así nació y se desarrolló la Organización de las Naciones Unidas y así también murió la ONU, bajo los golpes, abusos y traiciones orquestados por ese comité de gestión imperial del mundo que es el Consejo de Seguridad de la ONU y sus privilegiados cinco miembros permanentes. 

Misión incumplida

La existencia del Consejo de Seguridad, tal como está configurado, carece de todo sentido y legitimidad. La Carta de las Naciones Unidas le confiere al Consejo de Seguridad la facultad “principal” de mantener la paz y la seguridad internacional. Sin mucho reflexionar, cualquier lector constatará que, desde hace décadas, la conducta de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU está muy lejos de cumplir con esa misión. De hecho, las potencias que lo componen se sirven del Consejo para enjuagar o disputar sus propios intereses, no los de la comunidad internacional. El Consejo es una aberración que no respeta los equilibrios del mundo. Nada puede demostrar de manera más trágica su inoperancia como su absoluta incapacidad para intervenir de una u otra manera en el conflicto en Ucrania.

El conflicto Rusia - Ucrania, minuto a minuto

La ONU y su Consejo de Seguridad son hoy, como otras tantas veces, un actor lejano e inoperante, un fantoche risible o en un palco al servicio exclusivo de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña. Dos regímenes autoritarios en conflicto permanente con el eje occidental (y viceversa), la primera potencia mundial, Estados Unidos, y dos democracias europeas protagonizan una pieza delirante: tienen, en una mano, el derecho a vetar las resoluciones del Consejo de Seguridad y, en la otra, sus dedos en los botones nucleares. En suma, hago lo que me da la gana, cuándo y cómo se me ocurra.

La desarticulación del mundo diplomático y de la legitimidad de la ONU se aceleró entre finales del Siglo XX y principios del Siglo XXI: la intervención en Kosovo (1999), la invasión de Irak (2003), las resoluciones que permitieron la intervención de la OTAN en Libia (2011) y la reciente invasión rusa de Ucrania fueron verdaderos atentados a       la raíz de la paz. Hasta los más vehementes idólatras de Vladimir Putin se deben reír a carcajadas con la situación que se vive en el Consejo de Seguridad desde el día en que las tropas rusas ingresaron en Ucrania: la ONU no envió Cascos Azules a Ucrania ni tampoco adoptó sanciones contra Rusia porque Moscú utilizó su derecho de veto para bloquear las iniciativas. Hay que admitirlo: es una obra maestra de la burla al resto de las naciones del mundo. 141 países de un total de 193 se pronunciaron a favor de un texto mediante el cual se le exigía a Rusia que pusiera fin “al recurso a la fuerza”. En febrero, 11 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad votaron una resolución similar, pero el texto no pasó. ¿ Por qué ?. Porque Moscú blandió su derecho de veto para evitar una sanción contra su propia invasión militar. Extraordinario.